lunes, 14 de enero de 2008

Acer, creciendo juntos





Ese árbol lo amo. Estaré el día menos pensado en cualquier lugar, quizás tratando siempre de estar mejor, pero me recordaré de él, y soñaré. Su corteza tan lisa en las ramas jóvenes, sus brotes basales, su media sombra. Su aguante ante los intentos arboricidas o el calor de un asado. Quien imaginaría su origen guacho en mi jardín y su destino de adopción en un patio llenándose de hermosura. Tormenta fuerte sufriéndola desde la ventana, la copa valiente castigando la gramilla y el temor en el alma femenina del sonido al quebrarse el fino fuste. Pero nunca pasó, si los años y los anillos, el tamaño y fortaleza, los nidos y palomas, la protección y la sombra. La corteza rugosa, ya no es un guacho. Quien se imagina ese árbol sin su patio, sin su casa, sin su dueña. A ese árbol lo amaré por siempre.